En el siglo XVIII el furor y miedo por las brujas ya no era igual que en la época medieval, ya que, para entonces la ciencia se había formado un seguimiento más importante dentro de las sociedades. Pues, aunque se supiera que algo no tenía una explicación absoluta, se buscaba por medio de la lógica y la razón, no se intentaba justificar con ningún cuento fantástico. Y es por ese motivo que resulta tan difícil de creer que la última cacería contra una “bruja” tuviera lugar en 1782.
Para aquel entonces las sentencias y acusaciones hacia la brujería y los pactos con satanás, así como los de los embrujos propiciados por niñas y mujeres ya no se podían juzgar o castigar. Por lo que el caso de esta mujer no tenía ni siquiera por que existir.
Se trata de la historia de Anna Göldin, una mujer acusada de brujería en secreto y capturada por miembros de una iglesia protestante. A pesar de lo arcaico que podía parecer para aquel entonces fue torturada, como si se tratara de la Santa Inquisición, humillada, golpeada con látigos, ahogada y quemada con hierros calientes. Pero ¿de qué se le acusaba?
Era de origen suizo nacida en 1734 y se le reconocía por ser una persona de buen carácter y trabajadora. Pero abandonó su hogar en busca de mejores oportunidades, en donde comenzó a trabajar de mucama de grandes casas, el problema llegó cuando consiguió trabajo en la casa de los Tschudi.
La familia tenía 5 hijos, y sería una de ellos, Anne de 8 años, quien se encargaría de llevar a Anna a la muerte. De pronto, sin previo aviso, la niña cayó enferma, pero lo más sorprendente para Anna fue que la acusaba a ella de haber sido la responsable, luego de darle pan y leche con agujas.
De esta manera se le imputó un cargo por brujería, aunque oficialmente se registrara como un cargo de envenenamiento. Se habló con la iglesia y ellos se encargaron de hacerla confesar. Todas las torturas e inhumanos tratos fueron hechos con la única intención de que confesara haber hecho algo que no hizo: brujería e intento de asesinato. Cuando finalmente confesó, se le decapitó.
La comunidad nunca supo la versión real sino hasta más de cien años después, cuando un periodista local encontrara curioso que alguien hubiera sido decapitada por envenenamiento, ya que no correspondía con el cargo. Y cuando indago más, encontró que la verdadera razón del sufrimiento de la mujer pudo haber sido un romance con Johann Tschudi, el padre de la familia donde trabajaba Anna.
Al parecer el hombre intentó acabar con la relación, pero ella se había enamorado de él por lo que amenazó con acusarlo de adulterio si lo hacía, y él, político y perteneciente a la iglesia que se encargaría de todo, la acuso de algo peor. Y de esta manera, Göldin tendría que enfrentar algo terrible y sumamente arcaico por haber estado enamorada.