Todo comenzó el 2 de noviembre del 2016, estábamos reunidos un grupo de amigos y algunos familiares, cuando de la nada, comenzamos a platicar sobre “la peña del aire” en el municipio de Huasca, un lugar donde supuestamente espantan.
Se dice que las manifestaciones paranormales ocurren específicamente en una barranca, tanto hablamos del lugar, que nos entró la curiosidad de reunirnos algunos para ir averiguar si era cierto lo que se decía.
Éramos cinco personas, y decidimos ir en la noche a investigar. Esa noche llovía en ratos, lo que provocaba cierta neblina y una atmósfera un poco lúgubre, ya que el camino para llegar era terracería, y lo único que había de construcciones era un granero en forma de cono.
Llegamos al lugar en la camioneta de un amigo, nos salimos del vehículo y caminamos hasta llegar al filo de la barranca, nos detuvimos ahí solo observando, recuerdo que faltaba poco para que diera en el reloj la una de la madrugada. Después de un rato de estar ahí platicando y riéndonos, no pasaba absolutamente nada así que decidimos retirarnos del lugar.
Cuando le dimos la espalda al barranco para irnos a la camioneta, se escuchó un ruido de cientos de murciélagos, todos volteamos hacia atrás y salieron volando, pasándonos justo arriba de nosotros.
Estábamos impresionados por la cantidad que eran. Mi amigo Miguel, quien llevaba la camioneta, comenzó a decirnos que los murciélagos eran una clase de aviso, “¿Aviso de que?” preguntó uno de nosotros.
Todos nos quedamos desconcertados al ver que de pronto, del Barranco comenzaron a subir unas bolas de fuego muy extrañas, lo primero que se nos ocurrió al momento fue que se trataban de bolas de gases, pero una bola de gas no “danza”.
Las bolas de fuego parecían estar bailando junto a otras en espiral, nos quedamos impresionados a ver tal maravilla.
Uno de los que estábamos ahí, decidió sacar su celular para grabar, pero en ese instante se comenzaron a escuchar unos aterradores gritos, como si estuvieran torturando a alguien, no sabíamos si era un hombre o una mujer ya que se escuchaba un grito de ambos sexos, no sé cómo explicarlo detalladamente, pero fue algo escalofriante.
Estábamos asustados, en ese instante decidimos correr hacia la camioneta, pero otro de nosotros decía que volviéramos, ya que los gritos podrían provenir de alguien que tal vez cayó al barranco y necesitaba ayuda.
Así que fuimos caminando hacia los gritos, pero estos parecían alejarse cada vez más conforme nos acercábamos.
La neblina comenzó a cubrir toda la zona, era muy difícil ver cada vez que nos adentrábamos más, y uno de nosotros se percató que casi estuvimos a punto de caer al borde del precipicio, la sangre se me fue a los pies al ver la orilla a unos metros de mí en la dirección donde caminábamos.
Justo en ese momento el grito que supuestamente seguíamos comenzó a escucharse a espaldas de nosotros y en medio de la barranca apareció una bola de fuego en el aire, pareciera que se alejaba pero se hacía cada vez más grande.
Estábamos aterrados, no sabíamos lo que estaba pasando y decidimos regresarnos. Miguel sacó una linterna que llevaba en su mochila para poder ver mejor el camino y no cometer el mismo error de estar al borde del precipicio.
Llegamos al punto donde se encontraba el granero en forma de cono, Miguel comenzó a alumbrar el lugar y al dirigir la luz hacia arriba, había una extraña bestia, tenía cara de mono y perro chato parado en dos pies, con las manos retraídas, parecía una gárgola, tenía el tamaño de un niño como de siete años, estábamos petrificados, justo a los segundos que Miguel alumbró a la bestia, la lámpara falló apagándose.
No veíamos nada, pero del miedo comenzamos a correr rápido por la adrenalina, mientras que uno de mis amigos como reflejo, me agarró fuertemente de la camisa, sin darme cuenta estaba nuevamente a punto de caer al barranco, pero ahora estaba a unos escasos centímetros, los gritos volvieron a escucharse y espantados nos fuimos caminando con cuidado hacia la camioneta.
A unos metros de llegar, escuchamos aleteos arriba de nuestras cabezas, nos aterramos y quedamos paralizados de miedo, en ese momento se los juro que escuchamos arriba de nuestras cabezas como risas de ancianas retumbaban en el viento.
En eso corrimos hacia la camioneta, nos subimos y nos fuimos rápidamente del lugar.
Gracias a Dios estamos bien y no pasó a mayores, pero desde esa vez creo en las brujas, realmente existen ¡nosotros la vimos!
Esto nos sucedió en Huasca de Ocampo en Hidalgo, estado donde las leyendas de brujas abundan entre sus pueblos.
Rafael Velázquez Gómez (convocatoria de relatos de terror Edy Doo)