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Los fantasmas del Palacio de Linares

En Madrid existe una enorme y fabulosa mansión que fue construida en el siglo XIX, y su historia pasó como el hogar de una familia adinerada durante las décadas y siglos, hasta que hace un par de décadas, cuando la última heredera de la familia murió, que los oscuros secretos de generaciones salieron a la luz, secretos que tenían que ver con muerte y apariciones.

En 1863, Don Mateo Murga, un empresario importante y adinerado mandó construir una enorme y bella mansión. Su hijo y principal heredero, José de Murga, sabía por su padre que solo debía casarse con alguien a quien amara y no por conveniencia, por lo que al momento de llegar a casa con la noticia de que había encontrado al amor de su vida, le sorprendió que su padre montara en cólera y negara la relación. Y para acabar con el interés de José lo mandó a estudiar a Inglaterra.

Sin embargo, cuando se encontraba en medio del viaje recibió la noticia de que su padre había fallecido. Regresó y al haberse convertido en Marqués y heredero de su padre, decidió hacer lo que quería y contrajo matrimonio con el amor de su vida: Raimunda Osorio. En un principio pensó que la negativa de su padre provenía del origen humilde de Raimunda, ya que era hija de una simple cigarrera, pero poco tiempo después de su boda, José encontró una carta con una terrible verdad.

La carta había sido escrita con puño y letra de su padre el mismo día en que lo mandó a Inglaterra y explicaba el motivo de su negativa: “Te habrá sorprendido, querido hijo, mi reacción, después de haberte dicho tantas veces lo contrario, a la confesión de tu amor por la hija de la estanquera; pero es que esa muchacha es tu hermana…”

El padre le explicaba cómo había tenido un amorío con la madre de Raimunda, y que ella era el producto de ese romance, por lo que, en pocas palabras, eran medios hermanos. Rápidamente buscaron la ayuda de la iglesia para evitar que los separaran, ya que, aun enterándose de ello, seguían amándose como antes. El papa León XIII fue quien les ayudó, y les dictó una bula papal que les permitía vivir juntos siempre y cuando fuera en castidad.

No se sabe si ocurrió antes de que se enteraran, o desobedecieron al papa, pero la pareja llegó a tener una hija, sin embargo, preocupados por lo mal que lo tomaría la sociedad si supieran de la niña producto del incesto, decidieron lo peor: matar a la recién nacida. Algunas versiones dicen que la pequeña fue emparedada, mientras que otras aseguran que la ahogaron.

El problema, fue que en 1989 cuando falleció la última heredera de la familia, el ayuntamiento se quedó con la mansión y mandó rehabilitarlo. Y fueron los obreros y guardias de seguridad quienes comenzaron a decir que se escuchaban pasos y voces diciendo cosas como: “yo tuve una hija”, “Mi hija Raimunda? Nunca oí decir mamá”.

Lo curioso es que no había aparición alguna de una pequeña, sino de una mujer, probablemente la madre y esposa de José, de quien no se tiene más información pero que con respecto a lo que se sabe pudo haberse suicidado o muerto con la enorme pena de haber acabado con la vida de su única hija.