Hace muchos años en el Estado de México, se escribió una leyenda una noche sombría, cuando poco a poco pasajeros fueron abordando el autobús número 40, que se dirigía desde Ixtapan de la Sal hasta Toluca, pero en ese entonces era forzoso pasar por una carretera peligrosa, donde las curvas y precipicios abundaban, por lo que muchos accidentes pasaban, y esa noche estaba por ocurrir una de las peores tragedias.
El autobús estaba lleno de pasajeros, los cuales la mayoría iban dormidos, sin embargo de pronto el pánico se esparciría, cuando se dieran cuenta que el autobús iba a muy alta velocidad en aquellas curvas pronunciadas, todos le pedían al chofer que le bajara, pero el chofer estaba pasmado, no sabía como reaccionar, hasta que gritó: ¡Están fallando los frenos!
A partir de ese momento todos sabían que solo un milagro los podía salvar, pero ese nunca llegó, y en una de las curvas ellos cayeron por el precipicio, muriendo la mayoría de las personas al instante, y los pocos que quedaron vivos, no lo hicieron por mucho tiempo, pues el camión se consumió en llamas, calcinando tanto a los muertos como los vivos…
Cuando se reportó que el autobús no llegó a la terminal, las autoridades fueron en su búsqueda, y no fue hasta que entraron en las “curvas de Calderón”, que encontraron aquel aparatoso accidente vestido de fuego, y pedazos de restos humanos desparramados a su alrededor. Nadie sobrevivió al accidente, pero aún así, sus almas continuaron en el mundo de los vivos, pero de una forma espectral.
Pues los lugareños cuentan que algunas noches al año, cuando las personas están en la carretera Ixtapan de la Sal y se dirigen a la capital, un autobús antiguo pero en buenas condiciones se detiene y los invita a subir a bordo. Cuando los viajeros entran, siempre hay el lugar exacto de asientos para que ellos se sienten, pero afirman que se siente una atmosfera muy siniestra, pues a pesar que esta completo el autobús, no se puede escuchar un solo sonido, estando todos los pasajeros despiertos y muy bien arreglados.
Cuando es momento de casi llegar a la terminal, el chofer hace una parada y les pide a los pasajeros testigos, que se bajen antes de que cierre las puertas del autobús, pues de no ser así, nunca podrán bajar de ahí, además les pide que cuando salgan, no volteen para atrás. Cuando ellos se bajan y no voltean, solo se escucha que arranca el autobús y desaparece misteriosamente.
Pero en el caso que alguien se atreva a voltear hacia atrás, esa persona verá un autobús achicharrado y destrozado, cuyos pasajeros y chofer son esqueletos que miran en silencio hasta desaparecer. Pero esto solo es un adelanto de lo que le espera, pues ese infortunado testigo muere a los pocos días, y su alma aborda el autobús número 40, condenado a viajar con aquellos que no pueden encontrar la paz, después de haber tenido una muerte tan repentina y dolorosa.
Atte. Edy Doo