Esta historia se remonta a principios del siglo XIX, cuando en las desoladas noches un misterioso jinete recorría las empedradas calles de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; El rechinado de una carreta de madera, los cascos de un caballo que resonaban a su andar y un fuerte frió, eran la señales de que un habitante del pueblo estaba por morir.
Se dice que era la muerte que venía a llevarse a una persona consigo, el jinete era un monje vestido de negro, cuyo rostro era el de una calavera, andaba por el pueblo hasta encontrar a quien sufría alguna enfermedad, a su llegada la persona dejaba de respirar y dejando su cuerpo terrenal atrás, el alma del fallecido subía a la carreta para partir al más allá.
Aquellos valientes o curiosos que se atrevían a ver por la ventana, y lamentablemente cruzaban mirada con el esqueleto de la muerte, a los pocos días el monje regresaba por ellos…
Pasando el tiempo asociaron a este cadavérico personaje con el santo: “San Pascual Baylón”, por lo que la aterradora leyenda, se volvió más como un símbolo de esperanza, pues “El carretero San Pascual” ya no era solamente quien se llevaba a los desahuciados, sino también podía curar y realizar milagros.
Una de las oraciones principales dedicadas a esté santo es: “¡San Pascual, quita el mal o da la muerte!”
En Tuxtla se tiene un templo ortodoxo para venerar a San Pascual, se le conoce como: “El templo de San Pascualito”, donde se encuentran los restos del santo en un altar, donde los Chiapanecos especialmente los zoques (etnia mexicana) se realizan limpias con albahaca y veladoras.
Atte. Edy Doo