Existe en Madrid un enorme y bello museo llamado Reina Sofía. El lugar es sencillamente inmenso, con multitud de salas y grandes cantidades de obras maestras que cualquier amante del arte seguro conoce y amaría ver en persona. Pero no todo en ese lugar es bello, pues desde hace 30 años, cuando el lugar fue remodelado y convertido en museo, numerosos y extraños sucesos han sido vistos por muchas personas como para considerarlas una coincidencia.
Generalmente han sido los mismos empleados quienes afirman haber visto personas con ropa muy antigua, como de otra época; sentir sucesos extraños como ver moverse a los ascensores aún cuando no hay energía y sucesos que solo podrían ser identificados como paranormales. Pero si este es un museo donde las personas solo van de visita ¿qué es lo que produjo tanta presencia paranormal?
Los orígenes de la edificación no provienen del arte, sino de un lugar más perverso: un inmenso hospital y sanatorio. En el siglo XVI, el Rey en curso quiso centralizar todos los sanatorios que había en el reino y todos los enfermos mentales, indigentes, huérfanos y demás personas consideradas por ellos como “rezagadas” de la sociedad, fueron destinadas al nuevo e imponente lugar.
El mal parecía llevarlo desde los cimientos, ya que fue construido sobre un enorme cementerio de un sanatorio más pequeño que había cerca, que con los años se fue nutriendo de los nuevos inquilinos.
Al principio el lugar funcionaba como albergue, donde generalmente moría gente muy pobre que no alcanzaba a ser llevada y cuidada a tiempo. Luego se convirtió en sanatorio, capilla y hospital en la Guerra Civil Española, por lo que ahora, no solo poblaban el lugar los indigentes y los abandonados, sino también soldados heridos, doctores, enfermeras y hasta monjas.
Tanto las muertes naturales, como los decesos de soldados o doctores contagiados, contribuyeron a que poco a poco, todos los rincones del lugar fueran convirtiéndose en pequeños cementerios o tristes osarios, pues mientras más gente moría en aquel lugar, menos espacio tenían para enterrarlas.
A finales del siglo pasado, cuando el hospital fue remodelado y convertido en museo, tanto los jardines como en los túneles subterráneos y cualquier rincón del lugar, estaba plagado de restos humanos. No se le dio más importancia y el museo comenzó a funcionar y todo fue normal, hasta que, con el tiempo, los trabajadores comenzaron a quejarse, algunos hasta llegaron a pedir ser cambiados de puesto o de trabajo, pues comenzaron a ver y sentir presencias extrañas.
Hombres eran vistos caminando moribundos por las noches, supuestamente llegaron a ser captados por las cámaras de seguridad, cuando no debería haber nadie adentro, y otros testigos afirmaron ver a un hombre viejo de ropa raída y muy ligera sentado en el jardín en pleno invierno. Así fueron acumulándose los avistamientos hasta que llegó la leyenda por excelencia: el fantasma de Ataúlfo.
Se cuenta que cuatro trabajadores, luego de haber sido acosados por las apariciones, decidieron de una vez por todas conocer a quien o quienes estaban tomando presencia, por lo que se condujeron a los sótanos y en una pequeña mesa pusieron una ouija.
¿Hay alguien ahí? preguntó uno, y alguien contestó, moviendo el vaso que usaban sobre la tabla hacia el si. Esto los asustó, pero estaban convencidos en llevar a cabo la proeza, por lo que siguieron adelante, hasta que el ente les mostró su nombre: A-T-A. Ataúlfo, dijo divertido uno de los trabajadores, pero entonces, lentamente les fue contando quien había sido antes de morir: no recordaba el año en que vivió, pero si haber sido un asesino con 5 víctimas en su historia.
Entonces se detuvo y antes de que los hombres pudieran hacer otra pregunta, dos fuertes golpes sonaron en la pared, asegurando la presencia del fantasma en el lugar. Todos corrieron, pero la leyenda de Ataúlfo se quedaría.
Fue tanto el alboroto que los encargados del museo contrataron a un grupo especializado en el tema paranormal, quienes lograron identificar a otros tres fantasmas más. Sin embargo, en cambio de la naturaleza violenta de Ata, estos solo eran fantasmas de personas que habían sufrido enormemente en los peores años del lugar.
Pues mientras dos de ellas habían sido mujeres entregadas a la religión, el otro fue un médico que vivió ahí durante la guerra y acabó contagiándose de algo que acabó matándolo, sin que él supiera que fue.
Estos descubrimientos formaban parte de archivos que se guardaron en secreto para evitar la conmoción en la sociedad, pero apenas se llevaron a cabo, se descubrieron. Y desde entonces, muchos de los visitantes del museo van en busca de una experiencia paranormal, antes que de apreciación artística.