Esta leyenda cobra vida una vez al año durante el día de muertos, celebración tradicional mexicana que honra a nuestros seres queridos que se nos han adelantado en el camino y quienes se dice que regresan a visitarnos el 1 y 2 de noviembre, sin embargo en esta historia, se dice que el espíritu de un niño regresa, pero no por ser el día de muertos, sino porque es su aniversario luctuoso.
La aterradora leyenda comienza con un niño pidiendo dulces entre la fría noche del 1 y 2 de noviembre, cuando de pronto un señor se asoma por la ventana y le dice que regrese a su casa, pues es peligroso para un niño solo pedir calaverita a tan altas horas de la noche, pero el niño le contesta que necesita dulces para su amigo de la casa de enfrente, por lo que el hombre se queda extrañado, pues la casa esta abandonada, y le dice al niño que no hay nadie ahí, que la casa esta sola, pero el pequeño insiste que hay un niño encerrado, quien no puede atravesar la puerta pesada.
El hombre decide acompañar al niño a la casa para demostrarle que la casa estaba completamente deshabitada, sin embargo al cruzar la entrada de la casa, el señor pudo sentir una energía escalofriante, como si realmente alguien estuviera viviendo ahí.
Después de adentrarse un poco, el niño apunta una puerta de hierro con protectores, diciendo que su amigo estaba atrapado ahí, así que el adulto abre la puerta, pero no ve nada de primer momento, más que una densa oscuridad, de la cual pronto ve como una presencia comienza a surgir lentamente, era un niño pálido como un cadáver, que le estrechaba su mano como si estuviera pidiendo dulces. Tanto fue el susto que el hombre salió corriendo junto al otro niño.
Pasó la madrugada, y el hombre no podía olvidar aquel espeluznante encuentro, por lo que visitó a la bruja del pueblo, una señora ya de avanzada edad, a quien le contó lo sucedido, y está nostálgicamente respondió “su nombre era Miguelito y tuvo una muerte horrible”, para después contarle una perturbadora y verídica historia.
La madre de miguelito había quedado embarazada de él, apenas siendo una jovencita, su novio la había abandonado y sus padres estaban avergonzados de ella y el bebé, por lo que construyeron un cuarto de seguridad, donde el niño sería recluido, condenándolo a no ver la luz del sol jamás, y por más que llorara y gritará nadie podría escucharlo.
El niño creció algunos añitos junto a su madre, que entraba y salía del cuarto, pero un día ya no pudo más con la tristeza de mantener a su hijo prisionero, y se quitó la vida. Sus padres estaban destrozados y enloquecidos, por lo que decidieron abandonar la casa e irse muy lejos de la ciudad, pero era tan duro su corazón, que dejaron a su nieto encerrado, sin alimento ni agua… Miguelito espero y esperó pero nadie volvió, el pobre murió hambriento, sediento y solito en su oscura habitación.
Así que la leyenda cuenta que cada día de muertos, cuando los panteones son abarrotados de flores, las casas adornadas de altares y las calles iluminadas por velas, Miguelito se hace presente en su lecho de muerte y pide dulces a los niños que entran en la casa abandonada, pues el espíritu del niño aún sigue anclado, esperando un día poder cruzar aquella puerta, pedir dulces como un niño cualquiera.
Atte. Edy Doo