En 1936 se encontró el cuerpo sin vida de Giuseppe “Pepe” Veraldi, bajo un puente de Catanzaro Italia. Según los indicios que su cuerpo mostraba, las autoridades dedujeron que el hombre se había suicidado, saltando del puente, y que si bien no había muerto de la caída, pudo haberse ahogado luego de caer y quedar inconsciente. Y aunque sus familiares no creían que Pepe tuviera ninguna razón para quitarse la vida, el caso se cerró, hasta la posesión de María Talarico.
Tres años después de haber fallecido Pepe, una joven María paseaba con otros amigos cuando pasaron, sin saberlo, justo por el lugar en donde se había encontrado el cadáver de Pepe, y apenas llegaron, la jovencita quedó inconsciente.
Cuando María despertó, parecía una persona totalmente distinta, principalmente por la voz gruesa y la actitud que presentaba, ambas cosas propias de un hombre, y esto fue más extraño cuando se presentó ante las personas que estaban con ella como “Pepe”. Apenas despertó, Pepe pidió hablar con su madre, Catarina Veraldi, a quien fueron a buscar inmediatamente. Pepe invitó a los vecinos a una partida de naipes mientras fumaba y tomaba vino.
Cuando la madre de María la vio, se extraño completamente, pues su pequeña no hacia ninguna de esas cosas y ni siquiera sabía jugar a los naipes. Junto a esto estaba los nombres con que la muchacha se refería a los vecinos, pues no eran sus nombres reales. Más tarde descubrieron que se trataba de los nombres de los antiguos amigos de Pepe.
Cuando la madre de Pepe llegó a la casa, se cuenta que estuvo a punto de sufrir un paro cardiaco por la emoción de oír otra vez la voz de su difunto hijo. Apenas la vio, Pepe (o María) dejó el juego y se acercó a ella, reconociéndola inmediatamente. Lo que quería hablar con ella era el asunto de su asesinato.
Pepe afirmaba que no se había suicidado, sino que habían sido sus propios amigos quienes lo habían tirado del puente, y que una vez abajo, aun consciente lo habían rematado con una barra de acero, acabando con su vida. Apenas acabó su relato, María salió corriendo para caer en el mismo lugar en que se había quedado inconsciente la primera ocasión, y cuando despertó era María de nuevo, aunque no recordaba nada de lo ocurrido.
Lo más curioso de todo el caso fue que 9 años después le llegó una carta a la madre de Pepe, en que uno de sus antiguos amigos confesaba a su madre el crimen que había cometido junto a otros amigos. En la que explicaba que habían asesinado a su hijo luego de un ataque de ira provocado por una pelea iniciada por una mujer, y que él junto a los demás, lo habían arrojado del puente para rematarlo con una barra de acero. Justamente la historia que María había contado 9 años antes.
Las investigaciones se volvieron a abrir, y aunque el autor de la carta había huido del país y no se le encontró, a otros dos amigos se le pudieron capturar gracias a esta carta. Así que al parecer, el espíritu de Pepe pudo hacer justicia por su propia mano.