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El castillo de la muerte del Dr. Holmes

Es propio de las películas o novelas de terror la existencia de castillos llenos de trampas mortales y calabozos. Por su naturaleza imposible siempre solemos ver estas historias como ficción, pero ¿sabías que en 1892 existió un hotel así en la realidad?

Lleno de trampas mortales, corredores sin salida, paredes que se contraían, salas llenas de herramientas de tortura, y todo con un solo objetivo: matar. Planificado y diseñado por uno de los primeros asesinos en serie de Estados Unidos, el aterrador Dr. Holmes, el hotel sería conocido como El castillo de la muerte.

En su infancia, Herman Webster (quien posteriormente tomaría el alias de Dr. Holmes) era un niño retraído que no mostraba mucho interés en relacionarse con los demás. Por ello los demás niños de su comunidad siempre lo molestaban, era atormentado solamente por ser un chico silencioso.

Aunque sin saberlo, esos niños provocarían el nacimiento de uno de los monstruos más ruines de la historia de ese país. Pues en alguna ocasión, a manera de molestia, lo obligaron a acercarse y tocar un esqueleto humano, y lo que pensaron que lo atormentaría resulto en su mayor interés. Pues desde entonces buscó aprender acerca del cuerpo humano, pero, lamentablemente le interesaban de la peor manera: muertos.

A sus 18 años conoció a una joven adinerada, que sería quien pagaría sus estudios de medicina, pero desde aquel entonces tenía un placer por lo ajeno, pues la larga lista de estafas que reuniría en toda su vida comenzó ahí, cobrando seguros de cadáveres que la escuela tenía para su estudio, habiéndolos registrado antes con una identidad distinta.

Así mismo, consiguió casarse con otras dos mujeres al mismo tiempo, y si, todas millonarias y solas, pues al recibirse como doctor abandonaría a la joven y conocería a la dueña viuda de algunos hospitales a quien enamoraría de igual manera y se apropiaría de sus bienes hasta llevarla a la ruina.

Luego se hizo amante de una anciana dueña de farmacias, que acabaría “desaparecida”, mientras a las otras solo las dejaría solas, habiéndose escapado con su dinero, hasta se podría decir que corrieron con suerte.

Luego de ser perseguido por sus estafas, al llegar a Chicago se cambia el nombre a Dr. Holmes. Ahí conoce a otra mujer quien sería de cierta forma la que aportaría el dinero para el peor y más sádico proyecto del doctor: El castillo Holmes.

El hotel tenía la meta de alojar a las mujeres que visitarían en la ciudad una exposición muy importante, por lo que el lugar fue construido lejos de ahí, para tenerlas lo más aisladas posible. Él mismo hizo los planos y diseñó los sádicos métodos que harían falta para llevar a cabo su gran masacre.

Para conseguir mantener los secretos de su mansión solo para él, contrato una constructora tras otra, cada una encargada de hacer una parte del lugar y las cuales no cobraron ni un centavo, pues al no pagarles dejaban el trabajo sin terminar y al final, nadie más que el conocería su funcionamiento. De esta forma el lugar abre sus puertas en 1892, a tiempo para la Exposición del año siguiente.

En la primera planta se encontraban distintos negocios, por lo que era el único lugar seguro. Sin embargo, a partir del segundo era un ataúd más que un hotel. Existen dibujos precisos de los planos y los métodos usados, entre los que se encontraban habitaciones que, al entrar, se cerraban las puertas y por medio de alguna tubería Holmes dejaba correr gas, hasta asfixiar a las víctimas.

Otros eran callejones y escaleras sin salida, de los que podías caer o ser aplastado por las mismas paredes. Algunas habitaciones tenían varias puertas por las que se entraba a pequeños pasadizos por los que Holmes lograba espiar y secuestrar a sus inquilinas para llevarlas a la peor parte de todas, el sótano.

Este lugar era enorme, pues cubría toda la extensión del lugar, pero bajo tierra. Y aquí era donde sus peores experimentos tenían lugar, pues practicaba autopsias y desollamientos sin anestesia hasta la muerte de las mujeres, logró crear un sistema de poleas en el que subía a sus víctimas para introducirlas poco a poco a tanques enormes de ácido, quienes aún en vida eran desintegradas para ocultar los asesinatos. Mientras que las desolladas eran para vender sus esqueletos a escuelas o directamente en el mercado negro.

Desafortunadamente para Holmes la Exposición acabó y con ello las visitas al lugar, por lo que intentando hacer otra estafa incendio el hotel para cobrar su seguro, sin embargo, al ser investigado el accidente se encontró que lo había provocado él.

Cayó en prisión, donde planeo otra estafa con otro preso, pero al salir y llevarla a cabo fue atrapado y al mismo tiempo se descubrieron todos los cadáveres y restos que había en el hotel. Finalmente, confesó 27 asesinatos, pero las pruebas indicaban cerca de 200. Fue condenado a muerte y murió en la horca con solo 35 años y uno de los crímenes más horribles de todos los tiempos.