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La historia de un niño asesino ”Jesse Pomeroy”

Porque no todos los niños son inocentes… aquí la historia de Jesse Pomeroy

Cuando hablamos de asesinos, solemos pensar en adultos o jóvenes adultos, con una historia traumática en su vida, o enfermedades mentales, pero difícilmente pensamos en un niño. Pues los asociamos siempre a la inocencia. Sin embargo, el horrible caso de Jesse Pomeroy, hará que lo reconsideres.

Jesse Pomeroy era un niño nacido en el año de 1859 en Estados Unidos, de apariencia extraña, pues para su edad siempre fue más corpulento de lo que se esperaría de alguien tan joven, pero su gran cabeza y enormes orejas parecían descubrirlo como alguien extraño.

Jesse Pomeroy siempre fue molestado por los demás chicos de su barrio por este motivo, pero tal vez lo hacían por miedo, pues el ojo derecho del pequeño Jesse podía infundir temor, pues carente de iris, su ojo parecía una bola blanca.

Según contó Jesse Pomeroy, lo que pudo comenzar sus instintos perversos nacieron con las golpizas que su alcohólico padre les propinaba a él y a sus hermanos. Pues eran brutales, donde los llevaba a una cabaña donde los desnudaba y golpeaba hasta que sintiera que fuera correcto. Pero al parecer con el enfermizo Jesse fue distinto, ya que, en lugar de corregirse, adquirió cierto placer en el dolor, y desde entonces comenzó a experimentarlo, pero desde el otro lado, provocándolo.

De pronto en la casa Pomeroy las mascotas comenzaron a morir, pájaros y gatos fueron encontrados muertos sin que se supiera la razón. Supuestamente su madre llegó a encontrarlo en cierta ocasión torturando al gato de los vecinos y desde entonces se le prohibió acercarse a los animales. Y tal vez esto aceleró sus más horribles actos, pues a partir de esto Jesse Pomeroy comenzó a tomar otras víctimas en sus sádicos juegos: pequeños niños.

Dos hombres caminaban por una calle solitaria cuando oyeron un bajo lloriqueo. Lo intentaron rastrear y dieron con una cabaña donde encontraron a un pequeño de 4 años colgado de manos con una soga al techo, tenía fuertes heridas y moretones por el cuerpo y apenas estaba consciente. Y para suerte de Jesse Pomeroy, aunque desde aquel momento empezó a ser buscado por la policía, el niño no pudo identificarlo.

Jesse Pomeroy tuvo un par de ataques iguales, hasta que poco a poco se fue haciendo más sádico, como en el ataque a un niño de 8 años, que con la promesa de llevarlo al circo lo llevó a un lugar apartado y desnudándolo casi por completo comenzó a golpearlo, al mismo tiempo que se tocaba su parte erógena con la otra mano, según el relato del pequeño.

Para fortuna de los niños de allí, la familia Pomeroy se mudó a otra ciudad. Se dice que la madre Ruth sospechó que su hijo era a quien buscaba la policía. Pero Jesse Pomeroy no cambió su conducta solo por irse a otra parte, al contrario, en sus ataques posteriores, fue llevando su violencia a nuevos niveles, clavando agujas en el cuerpo de sus víctimas, mordiéndoles el cuerpo, atacándolos con su navaja, a uno por poco le corta el miembro con la misma, de no ser porque algunas personas se acercaron.

Aquel niño por fin pudo dar un retrato más preciso del agresor, identificando su cabello castaño y ojo blanco. Cuando se comenzó a buscar al dichoso niño en las escuelas, seguramente Jesse Pomeroy se sintió amenazado y al salir, fue a dar una vuelta por la comisaria, y para suerte de la policía, el pequeño niño estaba ahí testificando, lo vio y avisó a la policía, que rápidamente fue tras él, capturándolo.

Su madre abogó por él y su inocencia, y lo seguiría haciendo toda su vida. Pero no fue suficiente su esfuerzo y el pequeño sádico fue a un reformatorio, donde debía permanecer hasta su mayoría de edad, pero fue más listo que el director y se comportó impecablemente, por lo que lo dejaron en libertad condicional. Error fatal, pues no pasaron dos meses hasta que Jesse Pomeroy por fin asesinara a alguien: una pequeña niña.

Como no se anunció que Jesse Pomeroy había salido en libertad, su comunidad había recuperado la confianza, y por eso la niña llegaría a la tienda de los Pomeroy en busca de útiles escolares, como Jesse atendía le pidió que los buscara en un cuarto aparte, y apenas la niña se alejó de la vista de la calle, Jesse la degolló con su navaja, y parte de lo horrible fue que escondió el cadáver en su propia casa.

Poco tiempo después cometió otros ataques, pero ninguno como el perpetrado a un niño que engañó, como siempre, lo apuñaló en el cuello a pesar de que el pequeño se defendió nada pudo contra el sádico. Entre las heridas encontradas tenía muchos cortes en el escroto, evidencia de un intento por castrarlo.

No podía ser coincidencia, la policía fue directamente por Jesse Pomeroy y el descubrimiento del cadáver de la niña confirmaba todo. Por fin fue encerrado de por vida, y al interrogarlo llegó a pedir dos cosas: “No le digan nada a mamá” y “Enciérrenme, por favor. Dónde ya no pueda hacer daño a nadie”. Vivió y murió en prisión.

¿Y tu hubieras creído que un niño sería capaz de hacer algo así como Jesse Pomeroy?