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Las viudas que mataron a sus maridos

Mientras más atrás vayamos en la historia, será más fácil encontrar poblados y culturas dónde los hombres maltrataban a sus esposas, y en muy pocas ocasiones estos maltratos tuvieron sobre ellos la mano de la justicia, sin embargo hay un raro caso en el cual el cual si la hubo y la impusieron las mismas esposas de los hombres. En un pueblo pequeño en Hungría a principios del siglo XX, fue el lugar donde se desarrolló esta peculiar historia.

En el lugar era muy común que los hombres salieran por las noches a tomar con sus amistades, pero también era común que se emborracharan y al regresar a casa golpearan a sus mujeres, por lo que era visto con normalidad solo porque “así son las cosas”. Nunca se les hubiera ocurrido hacer algo al respecto, de no ser porque el destino les llegó a los hombres cuando se desató la Primer Guerra Mundial y fueron llamados a pelear.

Solo se quedaron en el pueblo los hombres que no eran aptos para la lucha y al no quedar nadie mejor capacitadas que ellas para organizar el lugar, tomaron el control. Reformando el funcionamiento de la comunidad con sus manos, sin que nadie viniera a su casa por las noches y luego de trabajar tan arduamente las golpeara sin motivo, la vida comenzó a mejorar para ellas. Se dieron cuenta que controlando todo a su manera todo era más efectivo, más cómodo y aquel era un mejor lugar para vivir.

Se cuenta que, durante la guerra, soldados heridos o perdidos de diversas naciones pasaron por ahí y que ellas, empoderadas, no dudaron en tener relaciones con quienes quisieron, pues, para entonces, los rumores de que sus maridos estuvieran muerto ya eran algo que se había aceptado como verdad, pues no recibían noticias de ellos ni había vuelto ni uno solo.

El caso es que finalmente los hombres si regresaron con vida en su mayoría, y dieron por hecho que sus esposas los recibirían sumisas, como siempre, pero tal vez por su nueva actitud o porque descubrieran sus engaños, los hombres arremetieron contra ellas peor que antes, haciendo horrible la vida de las mujeres. Llegando a calificar a los hombres como lisiados, alcohólicos, abusivos y sin valor.

Una de ellas, la partera del pueblo y única con cierto conocimiento médico, decidiendo que aquello no sería permitido por ella, tomó el arsénico del matamoscas casero que preparaban en aquel lugar, y no dudo en dárselo a su esposo, quién obviamente acabó muerto.

Pero no se conformaría con eso, pues ella quería volver a la vida que tuvieron durante la guerra y junto a otra mujer, convencieron a todas las restantes a que, si no habían enviudado en la guerra, enviudaran por sus propios métodos. Y lo hicieron.

Los registros de la región apuntaron que, entre 1918 y 1929, en el pueblo de Nagyrév 50 hombres habían muerto por envenenamiento accidental de arsénico.