Mucho oímos hablar sobre brujas que se convierten en lechuzas, o en las herramientas y hierbas que usan en sus trabajos. Pero realmente es bastante extraño que alguno de nosotros haya visto algo de todo eso en la vida real. Y justo por eso, sería fantástico e interesante ver todas las terribles piezas del aterrador museo de brujería de Segovia, España.
Una exposición de herramientas y seres disecados, todos con una historia sorprendente detrás de ellos.
Apenas se entra al lugar y se nos recibe con una pequeña cabeza disecada de Oktavius von Bergengruen, quien fue acusado en su tiempo de ser vampiro, aún con la herida de la bala de plata que supuestamente lo mató.
En su boca aún se logran ver los colmillos, y que a pesar de haber sido un vampiro o no, son bastante prominentes y pudo ser fácil prejuzgarlo en la época que vivió por eso. También se encuentra la cabeza de la condesa Erzebet Bathory, que no será un nombre ajeno para aquellos interesados en los vampiros, pues ella es de las más famosas, por haber sido acusada de bañarse con la sangre de más de 650 jóvenes.
Una de las secciones más impresionantes es la colección de pócimas y venenos, todos antiguos y conservados durante los años en botes de formol y todos con su utilidad escrita en él, como “La forma de convertir a un hombre en animal y viceversa” o “La forma de hacer que un hombre ame solo a su mujer”.
Entre todos hay uno bastante mítico conocido como “belladona” más famoso por la historia que por su utilidad, pues fue el veneno usado por la madrastra de Blancanieves para matarla en la historia real en que fue inspirado el cuento, así que, si bien en la película no se especifica el veneno usado, por defecto podríamos suponer que se trataba del mismo.
Hay insectos disecados, tarántulas, escorpiones y animales nacidos deformes o bicéfalos. Así como soluciones destinadas a envenenar aguas, o ungüentos para pasar desapercibidos.
Y si bien, la sexualidad siempre ha estado ligada con las brujas, y muchas son las leyendas que las relacionan con los demonios a partir de actos sexuales, el museo no escatima en “mostrar” todas las caras de la brujería, pues hay una sala “erótica”, donde se exponen figuras escenificando las prácticas e insinuaciones de los demonios con las brujas en sus aquelarres, junto a todo tipo de herramientas que parecen haber sido creadas con ese propósito.
Sin embargo, a pesar de ser un museo sobre la brujería, no solo expone lo que hacían o usaban, sino también lo que por mucho tiempo las mató, pues tienen una sala exclusiva para los aparatos que la inquisición utilizaba para torturarlas.
Cada máquina tiene instrucciones sobre cómo usarla, así como un libro que supuestamente se utilizó en aquellas épocas y explicaba las formas de ejecutar a una persona. Durante el recorrido existen carteles que agregan ciertos datos al recorrido, y en esta sala explican como “los torturadores no paraban hasta que no veían sangrar u ocasionaban lesiones graves”.
Pero de la misma forma existe una representación de un taller de bruja de aquella época, que nos sirve para ver la contraparte y hasta cierto punto la injusticia por parte de quienes las perseguían, pues no parece más que el taller de un curandero. Y de esta persecución se muestra también una representación de una bruja amarrada en la hoguera, lista para ser prendida en fuego.
El museo tiene un costo de 4 euros, un precio muy barato para las aproximadamente 300 piezas que formar toda la exposición, todo con una antigüedad de entre 5 y 4 siglos, época entre el auge y cacería a las brujas.